Con mucha alegría compartimos la experiencia y algunos aprendizajes de misión llevada a cabo por la Casa San José en la parroquia de Jesús Buen Pastor al sur de Bogotá, los días 8 al 17 de junio de 2021 y en la parroquia Sta. Rafaela María, en la zona norte de la ciudad los días 21 al 27 junio.
La parroquia de Jesús Buen Pastor está ubicada en el barrio popular Ciudad Bolívar y la misión tenía como objetivo de reanimar la vida de los grupos parroquiales, debilitada por la pandemia. Esta fue liderada por el párroco Miguel Ángel Leguizamón, con el apoyo de las hermanas de la Congregación Hijas de Jesús Buen Pastor quienes colaboran en esta parroquia. Aquí realizamos visitas casa a casa que consistían en un tiempo de conversación, lectura de la palabra y oración con las familias. Participamos de encuentros con grupos de pastorales: ministerios de música, proclamadores de la palabra, grupos de catequesis. Un momento para destacar es la iniciativa de evangelización en las calles con el Santo Rosario y exposición de Jesús Eucaristía en las principales vías del barrio.
“Durante mi experiencia de misión el Señor me ha concedido la gracia de compartir con mucho entusiasmo y regocijo el amor de Dios. Fue sin espacio a dudas, un lugar de compartir de amor fraterno con los habitantes de los diferentes barrios del sector parroquial, donde Cristo el buen Pastor ha mostrado una vez más, que siempre sale a nuestro encuentro” (Juan Castillo, seminarista en primer año de teología).
En la parroquia Sta. Rafaela María del Sagrado Corazón de Jesús, el párroco Pedro Cancino invitó a los fieles a una semana misionera para revitalizar la vida parroquial adormecida por la pandemia. Durante esta semana se promovieron momentos de adoración y Eucaristía diaria por la mañana. Mientras que por la tarde y en la noche realizamos visitas a los conjuntos de apartamentos y condominios. Fuimos acogidos por las familias con quienes compartíamos la palabra y el mensaje de Jesús “no tengan miedo”.
“La misión es un momento que me prepara para estar en apertura hacia las personas. En estas dos experiencias misioneras, rescato la cercanía y la fraternidad. Todos como bautizados estamos llamados a ser testigos del amor de Dios que se manifiesta en el amor a los hermanos” (Marlon Arenas, seminarista en primer año de teología).
También realizamos encuentros con los grupos parroquiales y un taller sobre música y liturgia. Un momento significativo fue la procesión eucarística que partió del templo y pasó en la avenida principal Autopista norte, centros comerciales (Éxito, Centro Panamá), un centro de vacunación y conjuntos residencial de los tres sectores de la parroquia.
“Este tiempo de misión fuimos testigos de la sed de Dios que hay en las familias. Compartimos con ellos sus dificultades, pero también la esperanza de la palabra de Dios en medio de estos tiempos de pandemia. Asistimos a la belleza de ver a Jesús visitar a las personas en las calles y también la presencia de María que va con nosotros en nuestras realidades” (Rumsick Zamora, seminarista en segundo año de filosofía).
Marlon Arenas, Rumsick Zamora y Juan Castillo, Seminaristas de la Comunidad del Emmanuel, con el Padre Xavier Bizard y Monseñor Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de la arquidiócesis de Bogotá, en la Casa San José, el 26 de junio 2021
Algunas reflexiones sobre la evangelización en la ciudad
El reto de la evangelización urbana. Bogotá es una metrópolis con 8 millones de habitantes (censo DANE 2018). En este contexto urbanizado es un reto vivir, celebrar y anunciar la fe cristiana. Cobra importancia el llamado del Papa Francisco de una Iglesia en salida. En ambas misiones experimentamos que Jesús salía del templo para hacerse presente en medio de su pueblo: en las visitas a las familias y en la presencia de Jesús sacramentado en las calles, en los establecimientos comerciales y en las torres de apartamentos. También en la promoción de iniciativas de como la de capillas y parroquias ubicados en centros comerciales, la celebración de eucaristías en los parques y plazas y en eventos como el “confesatón” o jornadas de confesiones en el medio de centros comerciales.
El miedo es humano y la respuesta de fe también es un acto humano. Un sacerdote, durante su homilía, preguntó a la asamblea: “¿ustedes creerían si les digo que fui paracaidista?”. Los fieles quedaron en silencio y dudaban en responder. Entonces el padre dice: “¡Sí, lo fui! ¿y por qué creen que fui paracaidista?” Las respuestas de la asamblea fueron “porque tenía fe en Dios”, “porque oraba mucho”, “porque si lo dice un sacerdote es verdad”. El padre respondió: “No, ninguna de esas respuestas es correcta. Fui paracaidista simplemente porque hubo una vez en que, a pesar del miedo, me arriesgué y salté”.
Entremos en la Esperanza. Este es un tiempo de múltiples crisis: sanitaria, económica, ambiental, política, social donde abundan las malas noticias. Vivimos con incertidumbre, inseguridad, miedo. Perdimos la confianza en el otro y sospechamos de todo. Está en nuestra naturaleza humana sentir miedo, pero también lo es optar por la fe para vivir un auténtico optimismo cristiano de nuestra realidad y de la realidad del mundo.
En el Evangelio según San Mateo 10, 26-33, Jesús prepara a sus discípulos para ir a la misión y les insiste “no tengan miedo”. Los llama a no dejarse vencer por el desánimo ni a robar la esperanza. Estamos en manos de Dios, el Dios misericordioso, el Dios de lo imposible, el Dios que vive hoy aquí en nuestra ciudad y que es nuestra única Esperanza para alcanzar la plenitud de la Vida eterna.
Por: Marlon Arenas, Juan Castillo, Rumsick Zamora,
Seminaristas de la Comunidad del Emmanuel. Bogotá, Colombia.