Felipe Arancibia, director de la ESM Salvador, de Brasil, realiza una síntesis la experiencia de la Escuela de Misión de Salvador, que debió sortear los inconvenientes y retos generados por la pandemia del Covid 19
El año de la ESM Salvador comenzó el 4 de febrero con 2 semanas de introducción al portugués, una semana de retiro y una semana de sesión de cantos y liturgia. Ya puesta las bases para poder “vivir” lo básico, la primera semana de marzo se inició el programa “normal”. Fueron 2 semanas donde los jóvenes lograron hacer visitas a los enfermos del Hospital “Irma Dulce”, conocieron los niños del proyecto de refuerzo escolar y hasta visitaron las casas del barrio para evangelizar.
Luego llegó el Coronavirus
La decisión fue mantener nuestros pilares fundamentales: vida espiritual, misión-compasión, formación y vida fraterna. Nos lanzamos a la aventura de vivir todos esos fundamentos encerrados como estaba casi todo el mundo. Nos dijimos: “debemos esforzarnos como lo está haciendo todas las personas en sus casas y dejarnos llevar por el Espíritu Santo”.
Evangelización digital
Nunca habíamos hecho transmisiones en Vivo (Live) para evangelizar, ni rosarios por Instagram todos los días, o abrir un buzón digital para recibir intenciones de oración, o basarnos en formaciones dadas por video llamada. El objetivo era claro: podíamos vivir lo esencial, nuestros pilares, pero con actividades distintas.
Comenzamos colocando nuestro teléfono-cámara en el atril de partituras y a los días llegó un trípode, iluminación, micrófonos Sin ninguna formación en el área de medios de comunicación nos lanzamos a caminar, con simpleza y reconociendo nuestros límites. Ha sido hermoso ver como llegan nuevas iniciativas.
La vida común puesta a prueba
Pero no todo ha sido “miel sobre hojuelas”: vivir en pequeñas casas, encerrados todo el día, llevó la vida fraterna a límites que no conocíamos. Las diferencias personales se hicieron más visibles y con el paso de las semanas, los conflictos se hicieron evidentes. La tentación fue encerrarse en sí mismos, pero la solución estaba de la mano del Espíritu Santo a través del ciclo de preparación de Pentecostés y la Efusión del Espíritu Santo. A veces lo que la formación humana no puede, el Señor lo resuelve, dando gracias especiales para abrir el corazón.
Durante los meses de cuarentena tuvimos que aprender a vivir en familia, a aceptar el otro, a pensar en el hermano; a alegrarnos por nuestros logros,
pero también a llorar juntos cuando hemos recibido noticias de muertes producto del covid-19 en las familias de los jóvenes, con la complicación de no poder viajar de regreso de manera rápida. En el dolor hemos aprendido que solo tenemos a Jesús, María y los hermanos.
El hombre propone y Dios dispone (Prov 16,18)
Casi nada de lo que planificamos para el año se pudo realizar. Por el contrario, tuvimos que mirarnos en nuestra realidad, mirar al Espíritu Santo y crear un nuevo camino. Creemos que pese a las dificultades hemos logrado el principal objetivo de la ESM, que es conocer a Jesús, caminar junto a Él como discípulos, y transformarnos en sus apóstoles que, pese a las dificultades y fragilidades, intentan vivir el Evangelio y anunciarlo en lo cotidiano.
Podemos decir que todo cambió y al mismo tiempo, nada cambió.
Por: Felipe Arancibia, Director ESM Salvador
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