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Una entrevista a Laurent Landete, Moderador de la Comunidad del Emmanuel

Las sesiones de verano de Paray-le.Monial (Francia) que comienzan en julio  son un tiempo fuerte de la Comunidad del Emmanuel, de la cual Laurent Landete es moderador desde 2009.  Este enfermero de profesión, confrontado personalmente a la cuestión de la discapacidad, está convencido que la fragilidad es una de las vías privilegiadas de la experiencia espiritual

De su primer encuentro con la Comunidad del Emmanuel, uno de los movimientos faro de la Renovación Carismática Católica y de la nueva evangelización en Francia, Laurent Landete guarda un recuerdo discreto. Según cuenta, no fue verdaderamente “envuelto por las manifestaciones exteriores”, de aquellos cristianos que caminaban en la calle de Santa Catalina, en pleno corazón de Burdeos anunciando la Buena Nueva a los transeúntes.

Por el contrario, él va a apreciar de sobremanera el sentido de acogida de aquellos católicos alegres y dinámicos que le dieron el lugar que él buscaba en la iglesia.  Le dieron el sentimiento de ser verdaderamente “invitado”, a él, a quien sus padres habían acostumbrado a tener “mesa abierta” en su casa, de forma totalmente natural.

Entre esos cristianos acogedores que le dieron la bienvenida estaba Christel, su futura esposa y también enfermera.  El conocerá más tarde las pruebas interiores que ella debió superar para participar de aquella evangelización en las calles.

La compasión, esencial a sus ojos.

Esta anécdota dice mucho del temperamento de aquel que dejará en 2018 su lugar de Moderador de la Comunidad del Emmanuel luego de un tercer y último mandato de tres años. Frente a los grandes discursos sobre la revelación, una jerigonza eclesial que ve como una barrera que impide a la mayoría de acceder a la Palabra de Dios, este padre de seis hijos prefiere las relaciones personales que traducen los valores evangélicos en gestos sensibles. En primer lugar, la compasión, esencial a los ojos de este enfermero, asociado a un centro médico de la periferia de Burdeos, no lejos de Mérignac, donde él reside.

Y es por la compasión que Laurent Landete ha cumplido lo que él llama su conversión.  Se permite retomar esta palabra, un poco difuminada y sobreutilizada.  ¿No fue acaso  criado en una familia católica de Burdeos –su padre era ingeniero civil-  la cual le preparó a la primera comunión?. Acaso su abuela no le daba agua del santuario de Lourdes, que ella visitaba con frecuencia?. ¿No es acaso extraño, entonces, hablar de “conversión” en su caso?. Pero él acepta con gusto dicho término.  “Mis papás eran católicos, es verdad, y yo crecí en un ambiente benevolente frente a la iglesia. Pero ellos no eran practicantes. No iba nunca a la misa, jamás leía la Biblia”.

Una sensibilidad a la fragilidad

Bajo la palabra conversión se esconde el momento en que Laurent Landete hizo la elección de creer y de tener una relación personal con Dios. Fue en Lourdes, cuando comenzaba sus estudios de medicina.   Algunos amigos le habían convencido de participar en un peregrinaje nacional, organizado anualmente cada 15 de agosto por los religiosos asuncionistas. Le fue confiado Philippe,  un joven que sufría distrofia muscular, y que estaba fuertemente discapacitado.  Laurent debió atender a Philippe, vestirlo, lavarle los dientes, acompañarlo durante sus desplazamientos.  Cada noche en su habitación, el joven de Burdeos lloraba como nunca lo había hecho.  Una pregunta le atravesaba el corazón y le sacudía sus prejuicios.  “¿Por qué él, por qué no yo?”

Un día, Philippe le pide ir a la gruta de las apariciones. Recuerdo indeleble. “Philippe de repente fijó su mirada en otro joven, también fuertemente discapacitado. No había visto una mirada tan bondadosa. ¿Cómo podía él dar tanto amor, a pesar de su dolor?.  A cambio de su mirada, Philippe recibe una sonrisa magníficamente cómplice de su compañero de sufrimientos. “En ese instante se impuso en mí la certitud de que Dios es amor y ternura”, recuerda Laurent Landete, quien, desde entonces, se mostró sensible a la fragilidad. En ella orientó su profesión, profundamente ligada a su fe. “Comprendí que quería sanar, poner los dedos en las llagas. Toda máscara cae ante las personas discapacitadas o enfermas”.

Una pasión por su huerto – jardín

Cita a Jesús, quien, sobre la cruz, se expuso a la más grande de las fragilidades. Dice no aceptar a  los hombres y las mujeres que juegan a ser fuertes, escondiéndose detrás de una apariencia. Cuando le dejan tiempo sus responsabilidades y sus viajes en el mundo entero para visitar las comunidades del Emmanuel – ha recorrido unos treinta países desde 2009-  da alguna ayuda a sus colegas del centro de enfermería.  Las personas ancianas son  los pacientes que él prefiere encontrar, porque sus seres “desarmados” se aproximan a lo esencial. “Florece ahí donde has sido plantado”, podría ser la máxima de Laurent, quien tiene una verdadera pasión por su huerto – jardín. Aquel que puede ver a través de los vastos ventanales de su sala familiar, donde él nos ha recibido, instalado en un sillón.  Él se considera, sin embargo, impaciente y poco tolerante frente a la indecisión, es decir, la blandura. ¿Paradójico?. “Me gusta la gente que se decide, las cosas dinámicas y que avancen. Nuestro fundador, Pierre Goursat era una persona que impulsaba y animaba a la decisión,  lo cual no le impedía ser un hombrecillo humilde y simple”.

Se divierte recordando que el Emmanuel no siempre ha hecho gala de una gran humildad, hace unos treinta años, cuando la renovación carismática estaba presente como el gran futuro de la Iglesia.  Siempre con calma responde que el Emmanuel es  “todavía un niño”, vivo, pero frágil. Es bastante fácil considerarlo lejos de los juegos de poder y de grandeza y de pensar que su compromiso al frente de la Comunidad del Emmanuel está principalmente animado por desear dar testimonio de su fe, alimentada de su experiencia y de los embates de la vida.  El papa Francisco, quien invita a los pastores a sentir el olor de sus “ovejas” es alguien que trae a colación con frecuencia.  Ambos tienen en común la misma preocupación por una Iglesia que viene al encuentro de los otros y acepta recibirlos, como son, a riesgo de no ser escuchada.

Un humor indispensable

No esconde que la mayor parte de los miembros de la Comunidad del Emmanuel se sentían más cercanos a Benedicto XVI. No duda en sacudirlos, pidiendo interrogarse sobre lo que no les gusta del papa argentino, que les figura un poco menos… Con la misma libertad de espíritu que toma de su vida interior –es indispensable alimentarla por medio de la lectura de la Palabra de Dios y de la oración para tener un comportamiento exterior consecuente-   no se priva de llamar la atención a los sacerdotes jóvenes de la comunidad cuando ellos son tentados a reproducir en sus sermones la exposiciones teológicas de alto vuelo, demasiado desconectadas de la realidad cotidiana.

Lo que le hizo unirse a la Comunidad del Emmanuel fue precisamente su particularidad de reunir en su seno “diferentes estados de vida”, es decir, sacerdotes, laicos, matrimonios, solteros o consagrados, comprometidos al servicio de la misma causa. Rechaza la oposición entre sacerdotes y laicos, en lo cual no hay otra cosa que cuestiones de poder y no le gusta más que una vida comunitaria que se confronte a la diversidad de experiencias y de comportamiento, con el humor como instrumento indispensable para superar las tensiones. Frecuentemente invita a los sacerdotes a ser verdaderos “padres”, sabiendo que ante todo son hijos y hermanos.

Este elogio de la paternidad encuentro u n eco en lo más profundo de su experiencia personal. Sus dos primeros hijos eran todavía bebés cuando los médicos revelaron a sus padres que ellos sufrían de una enfermedad genética.  Discapacitados de forma severa,  ellos viven hoy en instituciones especializadas, reuniéndose frecuentemente con su familia.

Porque la “cruz no se detiene frente a la cruz”, Laurent Landete y su esposa escogieron enseguida  dar nacimiento a cuatro hijos más. Pese a la presión y a la incomprensión violenta de ciertos médicos. Y años más tarde, el jefe de servicio de uno de ellos le preguntará a Landete. “Dígame, señor, cuál es su secreto?”.

Bruno Bouvet

(Publicado en el diario La Croix, 6 de julio de 2016.   Traducido por:  W. E. Plata).

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Datos biográficos

9 de abril de  1965. Nacimiento en Burdeos, Francia.

Agosto de 1985. Peregrinaje a Lourdes.

1987. Encuentra por primera vez la Comunidad del Emmanuel.

8 septiembre de 1990. Matrimonio con Christel.

1991. Nacimiento de su primer hijo. Otros cinco niños nacerán en 1992, 1993, 1996, 1998 y 2001.

Diciembre de  de 1991. Compromiso en la Comunidad del Emmanuel, junto con Christel.

1993. Descubrimiento de la ataxia congénita de sus dos primeros hijos

2001. Responsable de la Comunidad del Emmanuel en Burdeos y después en Aquitania.

2009. Elección como moderador general de la comunidad. Reelegido en 2012 y 2015.

2014. Nombrado consultor del Pontificio Consejo para los laicos en el Vaticano.

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