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Herman Gletter fue ordenado obispo en Austria. “¡No huyamos a un mundo espiritual aparte!”.

Bischofsweihe / Hermann Glettler / 02.12.2017 / Olympiahalle Innsbruck / @Vanessa Rachlé/Diözese Innsbruck

Más de 7000 personas estuvieron en la ordenación episcopal de Hermann Gletter en Innsbruck en Austria, el 2 de diciembre de 2017. El nuevo obispo escogió el lema “Euntes, curate, praedicate”, que significa “!Vayan, sanen y prediquen!”.  Apartes de una carta de agradecimiento del nuevo obispo.

Carta de agradecimiento de Mns. Hermann Gletter (apartes)

En tanto que nuevo obispo, ordenado para la diócesis de Innsbruck, los saludo cariñosamente.  Una verdadera “fiesta de la fe” nos ha sido dada hoy  (…)

La clave de una vida de abundancia es la gratuidad, no una reclamación o una demanda. Por eso, en primer lugar quiero agradecer a Dios por mi vida, que de forma maravillosa Dios ha conducido hasta ahora, de forma enérgica y tierna al mismo tiempo (…)

De igual forma, agradezco a todos los amigos y los hermanos y hermanas de la Comunidad del Emmanuel, en la cual he crecido desde los años 80. He experimentado la alegría de compartir el tesoro de la fe con los demás. Les agradezco por su perseverancia en la lucha  para que las palabras y los actos puedan hacer experimentar la misericordia de Dios hoy.  (…)

El trabajo que me ha sido confiado hoy me supera como persona. Lo que se espera de mí tras mi ordenación es muy elevado. Pero a pesar de mis debilidades personales y mis incertidumbres, el episcopado invita a la dinámica original del impulso de Jesús. Hoy, al pie del monte Bergisel el llamado  es igual que en la época del lago de Genasaret.  Es la dinámica del amor que emana de Jesús, toca a las personas en distintas épocas y lugares y los llama a seguirlo. Frente al peligro de una burocratización general de todas las esferas de la vida y del servicio religioso, es  ahora  muy urgente volver a la frescura, al amor y a la generosidad de un nuevo comienzo.

Saludo a todos los niños y jóvenes que están aquí hoy.  Por favor, hagan  más  ruido en la Iglesia  y no olviden dejar “el confortable canapé de la riqueza para arrojarse y darse  al mundo” (Papa Francisco). Yo era muy joven cuando sentí el llamado de Dios. El no grita, el murmura en nuestros corazones. Escúchenlo.  Serán útiles.  ¡No me refiero exclusivamente, pero sí claramente frente a  las nuevas vocaciones sacerdotales!.

Quisiera mostrar el camino como obispo de una iglesia local, que no se petrifica en la lamentación, en el debilitamiento y en las discusiones sobre problemas internos, sino que está dispuesta a ponerse en camino. Ser sal y luz. Sí, tenemos necesidad de sazonar, particularmente durante los momentos de fatiga y de luchas que debilitan. Ahora, que la iglesia experimenta una fuerte pluralidad, es que tenemos la misión de vivir la unidad.  ¡Vivir la unidad!. Nadie está interesada por las querellas políticas de la Iglesia. Oro por la renovación de la confianza en el seno de nuestra Iglesia.   Tenemos distintos perfiles teológicos y espirituales, vocaciones y carismas. ¡Comencemos, entonces, diciendo “no” a la desconfianza y a la sospecha, a la sumisión y al desprecio frente a la opinión del otro!.

Como Iglesia, debemos “atrevernos de nuevo”, confrontarnos a nosotros mismos, no huir a un mundo espiritual aparte. No debemos dejar nuestra sociedad sola ante las turbulencias y el nerviosismo de la vida de hoy. Sólo tenemos este mundo único, con su asombrosa variedad de vida, de culturas, de historias y al mismo tiempo su pasmosa variedad de sufrimiento, injusticia y depravación.   Sin embargo, ese es el destino común en el cual estamos inscritos como Iglesia.  Como creyentes, debemos dar más confianza mutua y seguridad. ¡No debemos dejarnos manipular y equivocar por el miedo !

(…)

Mi misión como obispo es la de dirigir constantemente nuestra percepción hacia Jesús, quien vino de forma plena a nuestro mundo. Él fue humanamente cercano y vulnerable.  Dios se hizo así:  el mismo vulnerable.  Desde 1796 la tierra de Tyrol (Austria) fue consagrada al Corazón de Jesús.  Esta piedad tradicional puede dar una nueva vitalidad (…) El corazón herido de Dios nos hace accesibles a aquellos que deben luchar mucho en su vida, a aquellas personas que lloran, a quienes se encuentran en situación de desespero, de decepción, de amargura, de marginación social, a los extranjeros y a los sin techo. No olvidemos las almas solas y a aquellos que están sin abrigo en el corazón. Una espiritualidad del corazón nos enseña a prestar atención a los latidos del corazón de Dios. ¡El corazón de Jesús late por todos!

Hemos escogido un coliseo deportivo (como lugar de la ceremonia de ordenación) en razón del insuficiente número de sillas que tenemos en la catedral. Pero puede ser una invitación a una nueva partida. Aquí tienen lugar conciertos y toda suerte de competencias deportivas.  Y  nosotros, como Iglesia, no queremos escondernos ni en las sacristías ni en las salas barrocas –por más bellos y preciosos que sean los lugares sacros barrocos de nuestro país-   ¡Queremos compartir el tesoro de nuestra fe con el mayor número posible de personas de nuestro tiempo!.  Es la evangelización, no la propaganda y especialmente la alegría de encontrar el cuidado y el poder de la Fe (…)

Mi misión como obispo es dirigir el Pueblo de Dios. Y este desarrolla su vitalidad solamente cuando traspasa el área del espectador y entra en el juego con sus carismas. Es el juego de Dios, el juego de la vida que nos da, que nos toma y no nos deja como simples espectadores. Venimos de experimentarlo en la celebración eucarística. La comunión que hemos recibido nos impulsa a compartirla con aquellos que han sido lanzados  a los bordes del terreno de juego o en la ruta de los perdedores.

En nuestra vida cotidiana, en nuestro entorno y con nuestros colegas de trabajo, estamos llamados a ser “gestores de comunión”. La Iglesia no existe que como una comunidad solidaria y en una cooperación que traspasa de lejos las fronteras institucionales. En la tradición ecuménica de la diócesis de Tyrlol, saludo cordialmente a las hermanas y hermanos de otras iglesias cristianas. También, con estima particular, a la representación de las comunidades culturales israelitas y a los demás representantes de otras comunidades religiosas que están con nosotros hoy.  Estamos más conectados que separados. De igual modo, saludo a aquellos que se encuentran alejados de nosotros en tanto que Iglesia, o que no pueden compartir la fe de nuestra comunidad.  Oro para que podamos tener una relación respetuosa y podamos servirnos los unos y los otros  en los momentos críticos.

(…)

Agradezco en el fondo del corazón y pido la bendición de Dios sobre todos nosotros y sobre aquellos que tienen vínculos con nosotros.

+Hermann Glettler

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