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La aventura de ser sacerdote del Emmanuel

¿Que fuego anima a los sacerdotes del Emmanuel?.   Para responder estas preguntas, hicimos un pequeño video  y una entrevista al p. Henri-Marie Mottin, responsable de la Asociación Clerical de la Comunidad del Emmanuel. Esto,  con ocasión de su encuentro internacional,  realizado Fátima en 2017.

¿cual era tu objetivo al  hacer este encuentro en Fátima en tiempo de Pascua?.

Este encuentro habitualmente se lleva a cabo todos los años la semana siguiente a la Pascua, en un lugar diferente cada vez.  Busca reunir a los sacerdotes de la Comunidad del Emmanuel, especialmente a los que viven en Europa.  Es una ocasión para orar juntos,  vivir una reflexión sobre algún aspecto particular y  compartir experiencias.

¿En qué ambiente se llevó a cabo este encuentro?

Después de haber celebrado la Pascua en nuestras parroquias y lugares de misión, fue una alegría encontrarse con los hermanos sacerdotes. Hablamos, nos contamos noticias y novedades.  Fátima nos dio un ambiente apropiado, en el contexto del centenario de las apariciones marianas: una atmósfera de oración alrededor de la Virgen María. Nos sentimos como los apóstoles  con María en el Cenáculo antes de Pentecostés.

¿Hay algún vínculo entre Fátima y el Emmanuel?

La vocación específica de cada uno de los tres videntes de las apariciones está ligada  a  cada una de las tres gracias específicas de la Comunidad del Emmanuel: adoración, compasión, evangelización.   Francisco recibió la gracia de la adoración. Él rezaba mucho el rosario y adoraba al S. Sacramento. Jacinta se convirtió en “reparadora”; ella tuvo compasión por los pecadores, e hizo muchos sacrificios por ellos.  Lucía, finalmente, la única que vivió muchos años, tuvo la gracia de la misión. Se quedó en esta tierra para dar testimonio de las apariciones: ella fue evangelizadora.

¿Te hace feliz ser sacerdote en el mundo de hoy?

Soy muy feliz de ser sacerdote. Si debiera comenzar de nuevo, lo haría. Dios es fiel con aquellos que llama.

Mi alegría es poder ayudar a la gente a avanzar en la vida con Cristo de forma razonable y con fe, y no simplemente reaccionando contra  un mundo de pecado, que vive en las tinieblas, la ceguera y la violencia.   Y es que los sacerdotes no escapan a esas tinieblas. El sacerdocio está marcado por estructuras de pecado que son escandalosas porque un sacerdote  debe llevar un mensaje de esperanza, de vida, de santidad.

Pero hay algo de inmensamente grande en Cristo y en el Evangelio. El sacerdote es su mensajero. Debe vivir humildemente el sacerdocio.  El mensaje de Cristo, muy grande y luminoso, no le pertenece. Es  la lámpara que ilumina nuestros pasos. Si ponemos la lámpara en el cajón de nuestros pecados es patético para el mundo. Es por eso que el mundo es tan severo con los sacerdotes pecadores.  Un sacerdote pecador es dramático, pero un sacerdote pobre, que no sabe hacer todo, no es grave. El sacerdote debe ser santo.  Si él es santo, sus limitaciones humanas no serán problemáticas.  Si él es bueno, si él irradia caridad, caridad cristiana, entonces sus limitaciones serán completamente superadas.

Mi alegría sacerdotal es conocer mis límites, y de inquietarme poco. La gente no me sigue a mí, sigue a Cristo. Yo lo doy con humildad. El mundo espera que yo sea fiel en este compromiso.  Mi alegría, finalmente, es dedicarme a buscar el Cielo y a conducir  allí a otros.

¿En qué medida  el llamado de Dios es  una aventura, una aventura con el Espíritu Santo?

El llamado de Dios, el sacerdocio, es toda una aventura. Cuando era joven practiqué la espeleología, exploraciones a veces difíciles en las montañas. Me gustan las experiencias que estremecen. Pero cuando el llamado de Dios vino a buscarme, en un momento en que  yo no no estaba pensando para nada en este asunto, no tuve miedo. Tomé conciencia de que la santidad es una verdadera aventura y eso me alegró. Es una aventura loca porque no es planeada. Y eso es muy liberador. El mundo pone todo en esquemas, roles, mientras que el seguimiento a Cristo en el camino de la santidad -cualquiera que sea la vocación que se siga- se hace a partir de  un camino de libertad mucho más grande  del que uno se puede imaginar. El Señor me hizo vivir un sinnúmero de cosas que yo no habría vivido jamás si me hubiese quedado en mi camino ordinario, siguiendo mi vida según mis planes, aún buscando aventuras humanas.  Doy gracias a Dios por esta aventura.

¿Cuál es la ventaja para un sacerdote hacer parte de una comunidad como la del Emmanuel?.

La comunidad nos  pone de frente con nuestro ministerio sacerdotal:  la celebración de los sacramentos. Pero también con nuestra paternidad sacerdotal humildemente vivida, como hermanos en medio de nuestros hermanos. Recibimos una gracia de fraternidad con los laicos, los jóvenes, los consagrados. ¡Esto es muy enriquecedor!. Ella nos dirige al Salmo 133: “Que bueno y qué tierno es ver a esos hermanos vivir juntos!”

¿Que anima a un sacerdote a levantarse cada mañana?.

El amor del Señor y el deseo de quererlo amar. Una noche de navidad, yo venía de celebrar la misa de gallo. Estaba muy fatigado. Debía celebrar la misa  al otro día y quería preparar mi homilía. Pero a la 1 de la mañana, la noche de Navidad, no tenía ni ganas ni ideas.  En ese momento sentí que el Señor me decía: “no hables más de una cosa: de mi amor por los hombres”. De manera que al otro día me dediqué a hablar simplemente del amor del Señor que se manifiesta en la Navidad.

Con frecuencia, en la mañana me digo: “no me levanto por deber, sino por amor”.  Ciertamente, es un deber de amor. El deber debe estar fortalecido en el amor, sino no se podrá mantener mucho tiempo.  Pero es también, con frecuencia, la alegría la que nos anima a  estar aquí con las personas y compartir con ellas el amor de Dios.

Con frecuencia, cuando veo las situaciones difíciles que viven muchas personas, materialmente y psicológicamente, me digo: “¡Que luz que es el Evangelio, y que roca!. Y qué suerte de poder acercarme de manera privilegiada a esa fuente, mientras que muchas personas tienen tanta dificultad en encontrar el sentido de su vida…  Nosotros tenemos la más grande razón para tener esperanza. Aún si nos hace pasar pobreza o precariedades, jamás estaremos en la miseria, y seremos portadores de un mensaje que es extraordinario.

Autor: Redacción, Comunidad del Emmanuel, Francia. 

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